Y las escritoras… ¿dónde estamos?

23.04.2024

Inés M. Michel

@inesmmichel[1]

En el Día Internacional del Libro (conmemoración que se celebra cada 23 de abril desde que la UNESCO promovió este festejo en 1998 para fomentar la lectura y la protección de la propiedad intelectual) vale la pena reflexionar sobre las autoras y sus libros; y sobre qué tanto llegan a las grandes librerías o escaparates comerciales, posicionándose como un referente contemporáneo y atravesando un circuito mercantil no siempre accesible para todas.

         Desde niña crecí leyendo historias de fantasía, terror, suspenso y ciencia ficción. Una vez que entré en la etapa adulta me di cuenta de las pocas autoras que estaban en mi lista de indispensables. Observé también que rara vez una autora acudía a mi mente cuando de conversaciones sobre cuentos y relatos de misterio o suspenso se trataba; en cuanto a otros géneros el resultado era similar.

        Pude ir resarciendo esta carencia poco a poco; conocí a Amparo Dávila (1928-2020), me maravillé con las historias de Agatha Christie (1890-1976), acudí a los cuentos de Inés Arredondo (1928-1989) y me reconocí en las letras de la gran Juana Inés de Asbaje (1648-1695), más famosa con su nombre religioso, Sor Juana Inés de la Cruz.

        En este camino comencé a reflexionar sobre lo poco que leemos autoras en las escuelas. Y en la vida universitaria esta falta de letras femeninas continúa, con pocas y honrosas excepciones. Nos es más fácil citar filósofos, literatos, poetas, científicos y, en general, autores masculinos de diversas disciplinas, mientras que ellas parecieran estar mucho menos presentes. Sin embargo, basta con voltear a verlas e interesarse por leerlas. Hay filósofas, psicólogas, psicoanalistas, biólogas, químicas, historiadoras, abogadas, novelistas, cuentistas y poetas. Hay muchas mujeres escribiendo textos de divulgación científica, ficciones, poesía, ensayos académicos…, tantos libros para todos los gustos que podríamos citar y referenciar.

       A pesar de ello, el porcentaje de mujeres ganando premios literarios de prestigio internacional es muy bajo en contraste con el de sus pares masculinos. Acudamos al Premio Nobel para poder ejemplificar esta brecha. Fernanda Orozco Hernández reportó el año pasado en la revista Expansión que, en 123 años de historia, 959 personas han ganado un Premio Nobel, casi 96% de los ganadores son hombres y apenas un 6% corresponde a ganadoras mujeres. Específicamente en el Nobel de Literatura, solo 17 mujeres (de 120 personas premiadas) se han hecho con este galardón. Pasando a las ferias de libros más importantes del país y a los anaqueles de las librerías reconocidas, encontramos también que la presencia de autoras es mucho menor que la de autores.

        Recuerdo que hace tiempo la explicación común a este fenómeno era que no había tantas mujeres como hombres en el campo de la escritura (argumento que se usaba por igual para otros ámbitos). Hoy sabemos que no es verdad, hay suficientes autoras para poder estar a la par en librerías, ferias y eventos literarios, sin embargo, pesa todavía la invisibilización, la dificultad para acceder a ciertos espacios por razón de género y el tiempo que dedican las mujeres a las labores de cuidados (hijas/os/es y otras personas dependientes), así como a los quehaceres domésticos. Esto último condiciona la participación de las mujeres en diversos eventos que implican viajar o movilizarse.

       En México, según datos del INEGI, de las 1 371 millones de horas que se dedican por semana a los cuidados y labores domésticas, el 88% de esta cantidad corresponde a tareas hechas por mujeres, contra el 12% de tareas realizadas por hombres. La gran disparidad evidenciada en estos datos se refleja en el ámbito profesional, especialmente en cuestiones en las que quizá no hemos puesto demasiada atención. Me contaba una promotora de lectura y organizadora de eventos literarios que muchas autoras al ser madres, esposas o tener a su cargo labores de cuidados de algún familiar dependiente de ellas, no tienen la posibilidad de encontrar fácilmente un reemplazo que las sustituya en su hogar para poder trasladarse a otras ciudades (o países si es el caso) y participar en encuentros o ferias. En cambio, continuaba esta misma profesionista, los autores rara vez tienen este tipo de impedimentos y, cuando cuentan con los medios económicos para hacer viajes, lo hacen sin mayor problema.

       Con lo anterior, queda claro que las mujeres se enfrentan a obstáculos distintos que los hombres en su ámbito profesional, pues ellas tienen que lidiar con frentes simultáneos y hacer malabares para poder acomodar sus actividades profesionales a la par de rendir también en los cuidados del hogar y sostener a quienes dependen de estos cuidados, ámbito del que una gran mayoría de hombres se desentiende total o parcialmente.

       Pasemos ahora al asunto de las escritoras presentes en las librerías más conocidas. El camino que lleva hacia el circuito comercial no es fácil de recorrer. Por lo regular, se debe contar con una editorial de prestigio que arrope a la autora o por lo menos una con los suficientes contactos y esquema de comercialización que pueda llevar sus libros hasta esos sitios; sí es posible hacer el recorrido de manera independiente, aunque implica un notable esfuerzo y recursos de distintos tipos. Además, debemos anotar que el medio literario es sumamente competitivo y que en él todavía predomina el género masculino. Acercándome a quienes trabajan en esta industria (editoras, directoras, escritoras) he podido averiguar un poco sobre los retos diarios que han enfrentado a lo largo de sus carreras y lo complicado que es destacar en el gremio siendo una mujer, ya sea en puestos directivos o como autoras.

       Con este panorama en mente, es muy importante subrayar los esfuerzos colectivos de proyectos como Escritoras Mexicanas (fundado por Ana Cristina Liceaga Ruiz) e iniciativas como la Feria del Libro de Escritoras Mexicanas (FENALEM), evento anual que abre las puertas a autoras de todo el país, convocando a escritoras de muy diversa índole. Tuve la oportunidad de ser invitada a la edición de la FENALEM 2022 para presentar mi libro Secuencias oníricas (La Zonámbula Editorial, 2021), realizada en Acámbaro, Guanajuato, llevándome una grata experiencia en la mesa que participé junto a Carmen Macedo Odilón (A dónde se fueron las niñas), Allure Spinoza (Cuentos breves de horror para seres ocupados) y Mónica Ochoa (Autodidacta, ¿qué es el ser?).

       Se ha avanzado en cuestión de representación, acceso a los espacios y proyectos convocados por mujeres para mujeres. Con todo y ello, todavía hay mucho por hacer en materia de igualdad. Recordemos que autoras como J. K. Rowling (1965) recurrió hace no tantas décadas a firmar con iniciales y apellido su primera novela, Harry Potter y la piedra filosofal (1997), ante la advertencia de que los niños varones podrían no interesarse en el libro si sabían que había sido escrito por una mujer. Si nos adentramos un poco más en el tema de los derechos de autor, no será difícil averiguar casos en los que mujeres han usado seudónimos masculinos por diversas razones (entre ellas motivos comerciales) y también hay otras situaciones en las que las autoras son despojadas de su crédito en libros académicos o son relegadas por sus pares masculinos.

      Quisiera cerrar con un acento positivo y que nos inyecta esperanza, de cara a lo que viene para nosotras. Este año 2024 el Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve contó con cinco finalistas, todas mujeres: Dahlia de la Cerda (México), Magalí Etchebarne (Argentina), Katya Adaui (Perú), Nuria Labari (España) y Fernanda Trías (Uruguay), resultando ganadora Magalí Etchebarne con La madre, el trabajo, la muerte, el amor. Fue un gusto para mí encontrar a Dahlia, autora de Perras de reserva (2022), entre las finalistas, una digna representante mexicana en esta terna de autoras provenientes de cinco países de habla hispana.

      Pongámonos como propósito este Día Internacional del Libro leer a más escritoras. Dejo, para seguir adentrándonos en esta aventura, algunos nombres y títulos a los que sugiero acudir (por supuesto, deben tomarse en cuenta todos los que ya se fueron mencionando). Leamos a Fernanda Melchor (Paradise, Temporada de huracanes), Samanta Schweblin (Pájaros en la boca y otros cuentos), Mariana Enríquez (Las cosas que perdimos en el fuego), Agustina Bazterrica (Cadáver exquisito) y Cecilia Eudave (Microcolapsos). Muchas más autoras hay por descubrir, espero que este texto nos motive a profundizar en esa búsqueda.

Ciudad de México, 23 de abril de 2024 (Día Internacional del Libro)

[1] Username de la autora en Instagram/ X(Twitter)