Un bochinche teológico con motivo del Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente
Un bochinche, es una manera coloquial en algunas partes del Caribe, de referirse a una situación tumultuosa, confusa y desordenada. Cuando decimos: "se armó el bochinche", queremos decir que hubo una gran confusión. Es interesante que cuando se reunían las comunidades negras, esas reuniones eran vistas por las autoridades como amenazantes, no es casualidad que la convocatoria para el baile y la música que son definitivamente expresiones de resistencia entre todas las comunidades afro, fueran prohibidas o limitadas. Incluso algunos instrumentos musicales como el tambor fueron prohibidos en ciertas jurisdicciones esclavistas. Aún hoy en día cuando grupos antirracistas han dejado saber su molestia contra los sistemas racistas a nivel global, los gobiernos han señalado que dichas manifestaciones son una amenaza al orden institucional. Las convocatorias desde las comunidades negras, particularmente de las mujeres negras siempre serán vistas en los sistemas racistas como tumultuosas, confusas y desordenadas. Y precisamente para desenredar esos sistemas se necesita armar el bochinche, un tumulto que ayude a desmontar el sistema del racismo, el cuál muches no puede ver o quieren ignorar.Precisamente para armar el bochinche mujeres negras de 32 países convocaron el 25 de julio de 1992 en República Dominicana el Primer Encuentro de mujeres negras latinoamericanas y caribeñas. Se convocaron para crear redes que apoyaran la articulación de movimientos de mujeres negras de América Latina y el Caribe y para elaborar instrumentos políticos de reflexión y propuestas para el desarrollo de las mujeres afrodescendientes. En reconocimiento de esa gesta inicial se declara el 25 de Julio como el Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora hoy conocido como Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente.Es importante mencionar que el concepto afrodescendiente, surge en la reunión regional llevada a cabo en Santiago de Chile, en diciembre de 2000 que fue preparatoria para la Cumbre Mundial Contra el Racismo del 2001 en Durban, Sudáfrica. La palabra afrodescendiente deconstruye el término colonial: negro, para hacer emerger como sujetas políticas en resistencia, que no somos víctimas sino que nos levantamos como comunidades que trascienden las fronteras nacionales al ser afrodiaspóricas. Estas comunidades buscan nuevas maneras de nombrarse y reconocerse, las identidades políticas de las mujeres afrodescendientes se expresan de diversas maneras bien sea reivindicándose como mujeres negras, afro mexicanas, afroargentinas, afrocolombianas, afrocaribeñas o afrodescendientes. También hay un reclamo cultural al autonombrase como mujeres raizales y palenqueras en Colombia; o desde lo étnico, como las mujeres garífunas en Centroamérica (Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua). Estas identidades flexibles y múltiples son forjadas en procesos históricos que tienen como objetivo la reivindicación política.Aun dentro de estos esfuerzos de resistencias políticas, y a pesar del establecimiento del Decenio Internacional de los Afrodescendientes establecido por las Naciones Unidas para el período 2015-2024, los derechos de las mujeres negras y afrodescendientes continúan en un retraso significativo (CEPAL, 2018). La lucha continúa y va estableciéndose en varios espacios sociales. Hoy en día, gracias al bochinche subversivo generado por las mujeres negras y afrodescendientes, es muy difícil ignorar el concepto de superioridad blanca, ni desconocer que las narrativas oficialistas latinoamericanas de las grandes familias nacionales, de la gran casa, la raza cósmica, la tercera raíz, son intentos de hacer invisible las historias de opresión de las comunidades afrodiaspóricas y la explotación de los pueblos fundantes particularmente de sus mujeres, en beneficio de la homogeneidad y del emblanquecimiento de nuestras sociedades. Estos proyectos de occidentalización quieren hacernos olvidar los saberes ancestrales, las otras maneras de entender y vivir la vida.Las teologías feministas negras son vitales en América Latina y el Caribe pues junto con las teologías comunitarias generadas por las mujeres de la diversidad de pueblos que forman Abya Yala, pues nos ayudan a desmontar los discursos y acciones coloniales que son parte de nuestras Iglesias. Es necesario dar un vuelco significativo al discurso litúrgico y a las prácticas pastorales. Ambas la liturgia y la pastoral deben nutrirse de los saberes de las mujeres afrodescendientes, eso va a requerir revolcar conceptos como sacrificio, cruz, comunidad, eucaristía entre muchos otros.Las teologías feministas negras, pueden ayudar a otros quehaceres teológicos feministas a integrar una perspectiva antirracista. Una perspectiva antirracista, requiere, entre otras cosas, sacar a las teólogas blancas de su comodidad epistémica para que puedan entender los privilegios que poseen como mujeres no racializadas y convertir esos privilegios en puentes para otres. Se trata en parte de hacer un esfuerzo de pensar por qué las mujeres negras y las mujeres de los pueblos fundantes estamos aún tan ausentes en muchos espacios.Las teologías feministas negras, deben (des)demonizar a las espiritualidades de matriz africana. Hoy, debido a la gran influencia de las teologías fundamentalistas y conservadoras en una buena parte de nuestras tierras, las espiritualidades de matriz africana y de los pueblos fundantes están siendo perseguidas y condenadas. Por suerte en estos tiempos no es tan fácil la supresión de estas espiritualidades gracias a la difusión por medio de las redes sociales. Las teólogas feministas negras debemos armar el bochinche y desarrollar diálogos ecuménicos, en la casa común, con estás espiritualidades, que muy bien pueden nutrir nuestro entendimiento del cristianismo. Así como tenemos diálogos con mujeres judías, musulmanas y budistas, esperamos la hora de convocatorias abiertas con estas espiritualidades condenadas, demonizadas y excluidas de oikoumenikos, de lo ecuménico, lugar que pertenece a toda la tierra habitada. Sin esas convocatorias a les domonizades nuestro ecumenismo será siempre una farsa, más aún, será uno colonial y racista.Finalmente, las teologías feministas negras pueden ayudar a fomentar diálogos entre la diáspora africana con puentes hacia África, espacios solidarios que nos ayuden a desarticular poco a poco los racismos sistémicos, esos que están tan profundo en las pieles de nuestros países. Para el 25 de julio se necesita armar un bochinche para continuar el proceso de derrocar el racismo de todos nuestros sistemas religiosos y políticos.