“ María y las madres que esperan, el día del silencio” Sábado Santo
El Sábado Santo es el día del gran silencio. El cuerpo de Jesús yace en la tumba, las voces que gritaban en la cruz han callado, y las calles de Jerusalén retoman su rutina sin escándalo, como si nada hubiese pasado. En la liturgia, este día apenas tiene palabras. No hay celebraciones, no hay himnos triunfales, no hay respuestas. Sólo queda la espera, la incertidumbre, el peso de lo que ya no está. En ese vacío habita María. Ella no predica, no proclama, no explica. Solo permanece. Y su permanencia no es resignación, es resistencia silenciosa. María representa en este día a todas las que aman con un amor tan profundo que son capaces de esperar aun cuando todo parece perdido.
María es la figura central del Sábado Santo, aunque los evangelios guarden silencio sobre ella en este tramo del relato. El texto no la menciona, pero su presencia es indiscutible. No está en la narrativa, pero está en la memoria. Como tantas mujeres en la historia, permanece al margen del texto, pero al centro del dolor. Su hijo ha muerto en una cruz, víctima del poder político y religioso, de la brutalidad institucionalizada. Ella lo acompañó hasta el final, de pie junto a la cruz, sosteniendo con su sola presencia el desgarramiento de una madre que ve morir al hijo de su carne. Y ahora lo ha entregado al sepulcro, sin saber si habrá un mañana. Su fe no es triunfalista, es una fe tejida en el duelo, en la oscuridad, en la carne rota. María no lo entiende todo, pero no huye. Permanece.
El Sábado Santo es, entonces, el día de las madres. No de las idealizadas, dulces y obedientes. Sino de las reales: las que lloran, las que esperan, las que buscan. María representa a esas madres que han visto desaparecer a sus hijas, a sus hijos, y que no se resignan. Su figura dialoga, hoy con fuerza, con las madres buscadoras de América Latina. Mujeres que recorren desiertos, morgues, oficinas judiciales, con una foto en la mano y una esperanza que no se deja apagar. Son las mujeres que esperan junto al sepulcro vacío de la justicia. Las que, como María, no tienen respuestas, pero tienen la firme decisión de no dejar que la muerte tenga la última palabra.
Estas madres buscadoras han hecho de su dolor una trinchera de amor y de verdad. Como escribe Rita Segato (2014), "la memoria de las madres es una fuerza política que se enfrenta al olvido institucional" (p. 98). Frente a la indiferencia de los poderes, ellas sostienen la vida en medio del duelo. Caminan con rabia, con ternura, con dignidad, en búsqueda de sus hijos e hijas desaparecidos. No siempre son escuchadas. A menudo son criminalizadas, ignoradas, silenciadas. Pero siguen. Como María en el Sábado Santo, su espera es activa, sostenida por el amor y la necesidad de justicia.
María, la madre de Jesús, no sabía del todo que su hijo resucitaría. No tenía una certeza mágica que le aliviara el dolor. Su esperanza no era una seguridad, sino una confianza profunda que brota del amor. Por eso es símbolo de esa fe que no huye ante el absurdo, de ese amor que no necesita explicaciones para seguir esperando. María representa también a todas las que cuidan la vida en los bordes, en los duelos, en los pasillos de hospitales, en las
cárceles, en las periferias. Es la que prepara silenciosamente el cuerpo para el entierro, la que acompaña a otras mujeres a enterrar sus muertos, la que guarda la memoria.
La tradición cristiana muchas veces ha exaltado a María por su obediencia. Pero el Sábado Santo nos invita a mirarla desde otro lugar: desde su capacidad de habitar el dolor sin rendirse, de hacer del silencio un acto de fe, de resistir sin aplausos ni reconocimientos. Su santidad no está en no sentir dolor, sino en no permitir que el dolor la convierta en indiferente. María no toma las armas, no convoca multitudes, no predica sermones. Simplemente está. Y en su estar nos enseña que el amor verdadero no se apaga con la muerte, que la fidelidad se prueba en la noche más oscura.
El Sábado Santo es también un día para confrontar nuestros propios silencios. ¿Qué hacemos con el dolor del mundo cuando ya no hay palabras? ¿Qué tipo de presencia ofrecemos a quienes están de duelo? ¿Cómo acompañamos a las madres que lloran a sus hijas desaparecidas, a los padres que entierran a sus hijos, a las comunidades que no encuentran a sus muertos? En el silencio del sepulcro se juega la autenticidad de nuestra fe. No hay milagros, no hay discursos. Solo queda el amor que no se rinde, la esperanza que resiste.
María, en este día, no es sólo madre de Jesús. Es madre de todos los desaparecidos, de los cuerpos sin nombre, de las víctimas del feminicidio, del racismo, de las migraciones forzadas. Es madre del pueblo que sufre y que, sin embargo, sigue esperando. Ella representa una espiritualidad del duelo y de la esperanza encarnada, una mística que no separa la fe de la justicia, el amor de la memoria. Como muchas madres que han transformado su duelo en lucha, María no permite que el cuerpo de su hijo sea olvidado, enterrado en silencio, convertido en número o en estadística. Lo llora, lo vela, lo honra. Y en ese gesto afirma su dignidad y la de todas las víctimas.
En este Sábado Santo, el silencio no es ausencia, sino espera cargada de sentido. El sepulcro no es el final, sino el umbral de una promesa aún no cumplida. María, y con ella las madres buscadoras, nos enseñan a habitar ese tiempo con coraje, con ternura, con la certeza profunda de que el amor no muere. Aunque la resurrección aún no llegue, su posibilidad late en cada gesto de memoria, en cada nombre pronunciado, en cada búsqueda incansable. Que este día de silencio nos convierta en compañeras del dolor ajeno, en guardianas de la esperanza, en sembradoras de vida aun en medio de la muerte.
Referencias
Segato, R. (2014). La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Tinta Limón.
Sölle, D. (1975). Suffering. Fortress Press.
Schüssler Fiorenza, E. (1994). Jesus and the Politics of Interpretation. Continuum.
Gebara, I. (2004). Teología ecofeminista: ensayos para repensar el conocimiento y la religión. Trotta.
Isasi-Díaz, A. M. (2010). Mujerista Theology: A Theology for the Twenty-First Century. Orbis Books.
