MARÍA MAGDALENA, MEMORIA VIVA, PRESENCIA SUBVERSIVA

22.07.2025

Cada 22 de julio, la memoria de María Magdalena se convierte en fuego que insiste en arder contra el olvido. No solo porque la historia eclesial la ha querido reducir a una pecadora arrepentida, sino porque su vida y su testimonio son una presencia que subvierten el orden patriarcal tanto de la Iglesia como de la sociedad. Nombrarla hoy es un acto de resistencia, un ejercicio de justicia hermenéutica y un compromiso político-espiritual.

Las teologías feministas han trabajado incansablemente para recuperar la verdadera historia de María Magdalena, más allá de las tergiversaciones patriarcales. No era la mujer adúltera (Jn 8,1-11), ni la pecadora que unge los pies de Jesús (Lc 7,36-50). Esta confusión fue impuesta por la tradición eclesiástica, particularmente desde el siglo VI, cuando el papa Gregorio Magno en uno de sus sermones fusionó estas tres figuras en una sola, gestando una imagen sesgada que ha perdurado por siglos (Schaberg, 2004). Así comenzó un proceso de desfiguración teológica que encarnó el control patriarcal sobre las mujeres, la espiritualidad femenina reducida a la culpa y el arrepentimiento.
Sin embargo, los textos bíblicos y los estudios contemporáneos nos devuelven una Magdalena distinta. María Magdalena fue una mujer liberada por Jesús de "siete demonios" (Lc 8,2), expresión que no indica pecado sino una liberación total de opresiones, tal vez físicas, emocionales y espirituales (Brock & Parker, 2011). Fue discípula, seguidora cercana de Jesús, sostenedora del movimiento desde sus bienes, y la primera en ser enviada a anunciar la Resurrección (Jn 20,11-18). Ella es, como la nombró Tomás de Aquino, la "Apostola Apostolorum", la Apóstola de los Apóstoles (Torjesen, 1993). Esta afirmación no es un título menor, es un reconocimiento que la sitúa en el centro del cristianismo naciente.
Recuperar a María Magdalena es recuperar una historia que ha sido desfigurada no solo en los textos, sino en el imaginario teológico, artístico y cultural. Como bien señala Elisabeth Schüssler Fiorenza (1983), la reconstrucción de la historia de las mujeres en el cristianismo no es un acto de mera curiosidad histórica, sino un proceso de justicia epistémica y espiritual. Es la reivindicación de una memoria que fue deliberadamente enterrada bajo capas de misoginia y control eclesiástico.
María Magdalena es memoria viva porque su historia no está muerta ni es un relato fosilizado en el pasado. Ella sigue latiendo en cada mujer, en cada cuerpo disidente, en cada pueblo que resiste la exclusión y el silencio. Su memoria vive en las madres buscadoras que, como ella en el sepulcro, preguntan: "¿Dónde lo han puesto?" (Jn 20,13). Vive en las comunidades que sostienen la fe popular en los márgenes, en quienes desde abajo y desde las periferias reconfiguran la espiritualidad como espacio de liberación y justicia.
Es también presencia subversiva porque encarna una forma de estar en el mundo que desarma el discurso clerical que intenta monopolizar la palabra y la interpretación. María Magdalena encarna el derecho a anunciar, a interpretar y a ser autoridad en la experiencia de fe. No es coincidencia que su palabra fuera desestimada por los discípulos varones: es un patrón que se repite cada vez que las mujeres o las disidencias toman la palabra en espacios religiosos. Como afirma Schüssler Fiorenza (1983), el movimiento de Jesús fue igualitario en sus comienzos, pero la institucionalización patriarcal del cristianismo borró esas huellas.
En el ámbito latinoamericano, la teología feminista ha encontrado en María Magdalena un referente para pensar la Iglesia y la fe desde una perspectiva de resistencia y transformación. Virginia Azcuy (2013) nos recuerda que el discipulado femenino no es solo una recuperación simbólica, sino una praxis que transforma la Iglesia misma en sus estructuras y en su imaginario. María Magdalena no funda templos ni jerarquías, sino que funda caminos de Resurrección: es la primera en experimentar la vida nueva que no puede ser contenida por la muerte ni por el poder.
Además, su figura invita a pensar en la espiritualidad de los cuerpos, de los afectos y de la memoria encarnada. María Magdalena sostuvo el cuerpo de Jesús en el dolor, buscó su cuerpo en el sepulcro y fue la primera en anunciar que el cuerpo crucificado había vencido a la muerte. Esta dimensión corporal y afectiva es central para una teología feminista que denuncia la desvalorización histórica del cuerpo, especialmente del cuerpo de las mujeres y de los cuerpos racializados y disidentes.
María Magdalena es también símbolo de las luchas actuales por la memoria y la justicia. En cada bordado de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo en Argentina, en cada manta de las madres buscadoras en México, en cada canto de las defensoras del territorio en América Latina, se escucha el eco de la Magdalena que pregunta, que busca, que no se resigna al silencio. Porque, como dice el Evangelio de Juan, ella lloraba fuera del sepulcro, pero su llanto no era pasividad: era el dolor que busca, que interroga, que exige respuesta.
Desde la Cátedra de Teología Feminista, nombramos a María Magdalena con voz propia: sin confusiones, sin estigmas, sin silencios impuestos. Ella es memoria que arde, tierra que habla, presencia subversiva que nos recuerda que la vida siempre tiene la última palabra. Su figura nos inspira a repensar la Iglesia, no como una institución cerrada y jerárquica, sino como una red de memorias vivas, de comunidades abiertas donde todas las voces tienen lugar.
Por eso, en este 22 de julio, no solo la conmemoramos: la celebramos como hermana, como maestra, como profetisa. Y con ella, celebramos a todas las Magdalenas que hoy siguen anunciando la vida frente a la muerte, la verdad frente al olvido, la esperanza frente a la desesperación. Sigamos cuidando el fuego de su memoria, para que nunca más nos arrebaten la palabra ni la historia.
Que su memoria nos siga encendiendo.

María Isabel Huerta Armenta
Cátedra de Teología Feminista

Referencias
Azcuy, V. (2013). Discípulas de él. Mujeres en los orígenes del cristianismo. Buenos Aires: San Benito.
Brock, R., & Parker, R. A. (2011). Proverbs of Ashes: Violence, Redemptive Suffering, and the Search for What Saves Us. Beacon Press.
Schaberg, J. (2004). The Resurrection of Mary Magdalene: Legends, Apocrypha, and the Christian Testament. Continuum.
Schüssler Fiorenza, E. (1983). In Memory of Her: A Feminist Theological Reconstruction of Christian Origins. Crossroad.
Torjesen, K. J. (1993). When Women Were Priests: Women's Leadership in the Early Church and the Scandal of Their Subordination in the Rise of Christianity. Harper San Francisco.