LAS MUJERES EN EL SEPULCRO: RESISTENCIA EN LA OSCURIDAD
Isabel Huerta
Después de la muerte de Jesús el evangelio de Marcos termina el capítulo 15 con los versículos en los que Jesús es puesto en el sepulcro:
José lo bajó de la cruz y lo envolvió en una sábana que había comprado, lo colocó en un sepulcro excavado en la roca e hizo rodar una piedra grande contra la entrada de la tumba. María Magdalena y María, la madre de José, estaban allí observando dónde lo depositaban. (Mc. 15, 46-47)
Después el capítulo 16 inicia con un dialogo entre las mujeres que van camino al sepulcro donde ellas dejaron a su maestro.
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para embalsamar el cuerpo. Y muy temprano, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Se decían unas a otras: « ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?»(Mc. 16, 1-3)
Si nos fijamos en el relato del evangelio de Marcos después de la muerte y sepultura de Jesús, nuevamente las mujeres permanecen, son testigos, son las amigas solidarias que acompañan al Amigo hasta el último momento, aun cuando el dolor, el miedo y la desesperanza les acompañan, sin embargo, lo vivido con él, la experiencia del amor les permite amar y cuidar ese cuerpo ultrajado, se solidarizan con el sufrimiento y en medio la oscuridad que viven no se rinden, les surge la resistencia de saber que esto por más oscuro que sea no puede ser el fin, porque las vivencias que tuvieron con el Maestro fueron más que palabras, por qué un gran dolor no disminuye la esperanza.
Estas mujeres sufrieron con él, sintieron su grito al sentirse abandonado, grito que ellas también viven cuando lo ven muerto en la cruz y sepultado, ahí experimentan el dolor de ver que la muerte injusta del Amigo será también la separación de la familia, de la moral y la muerte social pues aquél que las había reivindicado, está sepultado, (Moltmann-Wendel,1991) el dolor que viven nos permite ver las profundidades de la oscuridad del alma, que experimentan, el sepulcro les representa una presencia ausente, las últimas esperanzas de quienes le seguían, el abandono de Dios.
Quizá la experiencia de las mujeres al ver el cuerpo del maestro en el sepulcro es similar a lo que hoy conocemos como incertidumbre, esa sensación de estar encalladxs en medio de la vida, de creer que no se tiene forma de salir de la nada asfixiante, de sacar el instinto natural de resistencia que aunque paralizada por el miedo, no se debilita y permite mantener la luz de la fe y la esperanza viva; es esta luz la que mueve a buscar, la que les hace ir nuevamente al sepulcro “cuando todavía estaba oscuro” las hace dialogar entre ellas y buscar alternativas ante la realidad que es lo único visible, estás mujeres que estuvieron en el sepulcro nos enseñan que el amor cristiano es resistencia en la oscuridad, pues la resistencia es la luz que las fortalece.