La sutil cuchilla de la violencia espiritual
Por María de Lourdes González-Lozano
Se ha escrito mucho acerca de los abusos realizados por los sacerdotes católicos en diferentes ámbitos, estas iniquidades muchas veces se han quedado impunes por diversas razones, entre ellas: el mal manejo de los responsables de investigar y juzgar estas injusticias, el temor a denunciar de quien vive la violencia, la vergüenza de exponerse ante autoridades que durante muchos años han ocultado a los perpetradores, pero, sobre todo, por ignorancia y paradójicamente por confianza. ¿Quién puede pensar que en el ámbito espiritual tendríamos que desconfiar de aquellos y aquellas que nos traducen la voluntad de Dios? Se trata de una violencia que se ejerce “a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento.” (Bourdieu, 2000, p.12)1 Así es como aparece la violencia espiritual, silenciosa, sutil, penetrante y dominante. Hemos podido identificar diferentes tipos violencia, sin embargo, aún nos falta por reconocer, tipificar y legislar lo que he llamado violencia espiritual, producto de un largo camino de investigación doctoral que ha partido del análisis de un fenómeno sociológico -en donde algunas mujeres han expuesto su vivencia, y desde donde hemos podido identificar un proceso recurrente del que escribiremos en otro momento-, y que se entrelaza con otras disciplinas, me he atrevido a construir una definición de su significado. “La violencia espiritual es el daño o perjuicio ejercido hacia una persona en razón del poder espiritual que se tiene sobre ella.” 2 Esta violencia espiritual se ejerce habitualmente por todo aquellas ministras y ministros de culto que tiene una autoridad específica sobre las personas en el plano espiritual, pero también, es practicada por catequistas, educadores en la fe, madres y padres de familia que utilizan la autoridad que se tiene sobre otras personas, el conocimiento de la fe y la experiencia de vida, para controlar, manipular o dañar a quienes les han sido confiados para encontrar un camino de consuelo espiritual o una formación en la fe; se les enseña a no cuestionar lo que se les propone, a someterse, a callar, a aceptar toda humillación, en nombre de la voluntad de Dios. La violencia espiritual, es de las violencias más sutiles y peligrosas, porque se juega con la intimidad de la persona, con lo más profundo de su ser, su necesidad de vincularse con Aquel en quien cree.
La violencia espiritual somete los cuerpos, los domina y los castiga, como formas de control y poder para ajustar a las personas a las normas (Foucault, 2002).3 Con estas premisas podemos comprender la posibilidad de dominio y aquellos que ejercen la violencia espiritual, someten y castigan el cuerpo, lo visible, lo externo, que facilita el acercamiento de lo espiritual para subordinarlo. El poder espiritual que se ejerce desde la religión y particularmente, desde la religión católica en el mundo, tienen una forma dominación, desde el ámbito de la fe, de lo espiritual, de las formas de enseñanza, así como desde el silencio y la mortificación, que en diversas ocasiones se lesiona lo más interno del ser humano, por lo que no solamente hay un daño físico que lastima el cuerpo humano y lo desgasta, también se manifiesta un daño en lo más íntimo de la persona, el ámbito espiritual. Podemos afirmar, que existe una cultura religiosa que normaliza esta forma de violencia, de tal manera que, puede permanecer por mucho tiempo sin ser detectada. Necesitamos con urgencia entender la espiritualidad como un camino de liberación desde un contexto de justicia y solidaridad por el ser humano. (Gutiérrez, 1975) 4 Si llegamos a percibir una manifestación de violencia en la dimensión espiritual, prácticamente la rechazamos, porque se encuentra en el ámbito de lo trascendente, la consecuencia que emerge, habitualmente, es la sumisión. Si la violencia que se ejerce en el ámbito espiritual no es erradicada, seguiremos encontrando personas sometidas y dominadas, -aunque la violencia espiritual no es exclusiva de las mujeres, necesitaremos otro momento para indagar la violencia espiritual ejercida a los hombres- convencidas de que su vida está en resguardo, cuando en realidad es otra forma más de opresión e injustica.
Bibliografía
Bourdieu, P. (2000) La dominación masculina. Anagrama Foucault, M. (2002) Vigilar y Castigar. Argentina: Siglo XXI Editores. González-Lozano,
ML. (2021) Violencia espiritual en la mujer, como fenómeno social invisibilizado. [Tesis para obtener el grado de Doctorado en Investigación de Procesos Sociales por la Universidad Iberoamericana Torreón] Producción Académica
Tesis Doctorales https://www.investigacioniberotorreon.com/tesis-doctorales/ Gutiérrez, G. (1975) Teología de la Liberación. Salamanca: Sígueme.