LA CRUZ COMO SOLIDARIDAD EN EL SUFRIMIENTO

29.03.2024

Isabel Huerta

La cruz, el símbolo más importante del cristianismo, es cuestionado actualmente por numerosas mujeres. El cuerpo torturado de Cristo en la cruz y su muerte entendida como expiatoria ya no son significativas para la vida de las personas, sobre todo para las realidades de las mujeres. La cruz, tal como ha sido predicada, ha traído para las mujeres fatales consecuencias, ya que «Cargar con la cruz» podía significar tener que soportar pacientemente al marido que las maltrata, la injusticia social, muertes, violaciones etc. Algunas predicaciones sobre la cruz pueden contribuir a mantener a las mujeres sometidas «La crucifixión de la carne» se entendía casi siempre como negación del placer, de la alegría y como crucifixión de los instintos.

Es por eso que la historia de la pasión de Jesús tiene que insertarse en una cristología y en la historia de un Jesús en la que no sólo su "obra" forma parte de la historia de la salvación. Existen muchas propuestas tradicionales desde Pablo hasta la actualidad en la que se reconoce que la vida entera de Jesús es también importante al igual que el acontecimiento de su muerte.

Desde el punto de vista de las teologías feministas y como lo menciona Elisabeth Moltmann-Wendel(1991), junto a la muerte y resurrección de Jesús se hace notar una red de relaciones a partir de las cuales vivía, y que iban haciendo notar la vivencia de la cruz desde un sentido redentor, por ejemplo, los relatos de las curaciones, la forma en la que Jesús se acercaba al dolor, pertenecen al acontecimiento de la cruz así como el asesinato político del que fue víctima por eso la cruz no puede situarse en absoluto por encima de las vivencias en las que Jesús palpó el dolor humano.

Según Moltmann-Wendel (1991) la historia neotestamentana de la cruz tiene dos aspectos por una parte la historia de la culpa de los discípulos que huyen, por otra, la historia de solidaridad de las mujeres que permanecen junto a la cruz y que (al contrario que los discípulos) no huyeron, esta última ha sido casi siempre pasada por alto a pesar del peligro que corren. Ellas permanecen en el lugar de la ejecución, están presentes en la muerte y en la sepultura de Jesús y serán las primeras testigos de la resurrección su perseverancia junto a la cruz se debe a su solidaridad y compasión, contrario a lo que los discípulos hacen, pues en ellos se resalta el sentimiento de traición y de culpa por haber abandonado a su maestro.

Para ellas la cruz es el medio por el que llegan al acuerpamiento con el que sufre, con el Amigx, pero también implica la separación de la familia, de la moral y del estrato social, es decir la muerte social, pues aquél que las había reivindicado, había muerto, además esto lleva consigo el peligro de la muerte física, sin embargo para ellos la cruz es la eliminación de sus imágenes de Dios y de sus esperanzas existenciales, además se reflejan aquí sus propias experiencias de impotencia, su propio saber sobre el sentido.

La fuerza de la solidaridad es una silenciosa anti teología, ya que a partir de los evangelios es una teología de la cruz feminista, respecto a esto las expresiones sobre estas mujeres de la cruz que siguieron a Jesús, le sirvieron y fueron con él a Jerusalén, las legitiman como las auténticas discípulas de Jesús, ellas sirven, lo mismo que Jesús, para servir y para dar su vida, una expresión que jamás se ha dicho a favor de los discípulos.

Si la teología feminista de la cruz surge, de la comprensión diferenciada del pecado, no puede seguir aislando ni viéndose sólo como símbolo del perdón de los pecados. La cruz y la historia de la cruz pueden interpretarse de forma distinta. La cruz es, en definitiva, un símbolo paradójico. Es también el símbolo de la totalidad y de la vida y sólo esta significación simultánea la ha podido mantener como símbolo central cristiano.

Quizás podamos ver la paradoja de este símbolo si la cruz se libera de la experiencia unidimensional masculina y se entiende de nuevo a partir de las experiencias vitales de muchxs, especialmente de mujeres, experiencias vitales que en esta sociedad cambiante no son exclusivamente específicas del género: como símbolo de solidaridad, como invitación a descubrir continuamente del sufrimiento humano y como signo salvador que nos liberan de la muerte y de la nada y que pueden llevar a nuevos horizontes (Shüssler Fiorenza, E. 1987).

Ahora bien si hoy las mujeres rechazan la cruz como símbolo para el perdón de los pecados, queda sin embargo la pregunta ¿Existe un pecado de las mujeres? ¿En qué contexto vital femenino se manifiesta? ¿Hay a este respecto un simbolismo salvador (perdonador)? Las historias de la pasión son una gran ayuda para reconocer, en nuestros modelos teológicos de pensamiento, las situaciones y formas específicas del género de las que proceden igualmente representaciones genéricas específicas.


Paráfrasis de ¿Existe una teología feminista de la cruz? En Moltmamm-Wendel, E.; Moltmann, J(1991) Hablar de Dios cómo mujer y como hombre. Editorial SM. Pág. 51-67.

Referencias

Moltmamm-Wendel, E.; Moltmann, J(1991) Hablar de Dios cómo mujer y como hombre. Editorial SM. Pág. 51-67.

SCHUSSLER-FIORENZA, E. (1987) The Twelve En L U A SWIDLER, Women Pnest, New York Pág. 117 ss. Citado en Moltmamm-Wendel, E.; Moltmann, J(1991) Hablar de Dios cómo mujer y como hombre. Editorial SM. Pág. 51-67.