DEL JÚBILO A LA CRUZ: UNA TRAVESÍA ENCARNADA DE ESPERANZA FEMINISTA. Domingo de Ramos

13.04.2025

Isabel Huerta

El Domingo de Ramos, también conocido como Domingo de la Pasión, marca el inicio de la Semana Santa en la tradición cristiana. Esta jornada litúrgica recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén, donde es recibido con palmas, cantos y vítores, pero también inaugura el camino hacia la cruz: una paradoja de aclamación y sufrimiento, de entusiasmo colectivo y abandono inminente. Desde las Teologías Feministas, esta tensión entre la esperanza popular y la violencia institucional puede ser interpretada de manera crítica y esperanzadora, a la luz de las experiencias de resistencia de las mujeres y de los cuerpos históricamente excluidos de los relatos salvíficos.

El relato evangélico de la entrada de Jesús en Jerusalén (Mc 11,1-11; Mt 21,1-11; Lc 19,28-44; Jn 12,12-19) ha sido leído tradicionalmente como el cumplimiento mesiánico de las profecías, especialmente de Zacarías 9,9, donde se anuncia que el rey vendrá "humilde y montado en un asno". No se trata de una simple entrada triunfal, sino de un gesto profundamente simbólico que subvierte los modelos tradicionales de poder y de dominio. Las Teologías Feministas, particularmente las que surgen en contextos de opresión sociopolítica y económica, han enfatizado que Jesús no entra en Jerusalén como un conquistador, sino como un líder popular, solidario con las esperanzas del pueblo empobrecido. En palabras de Ivone Gebara (1997), "Jesús no fue un rey al estilo de los grandes imperios; su realeza era otra: la del servicio, la de los pequeños gestos, la del cuidado de los cuerpos rotos por la exclusión". Este acto performativo puede ser interpretado como una declaración de resistencia pacífica frente al sistema religioso-político opresor.

El mismo día en que se celebra el entusiasmo del pueblo, la liturgia también introduce la lectura de la Pasión, un relato crudo y doloroso de traición, tortura y ejecución. Desde una perspectiva feminista, esta narración puede leerse a través de la experiencia de los cuerpos vulnerabilizados por la violencia estructural. La cruz, lejos de ser un símbolo de resignación o de redención sacrificial en términos patriarcales, se convierte en una denuncia profética contra todo sistema que legitima la muerte de personas inocentes en nombre del orden, la religión o el poder. Marcella Althaus-Reid (2000) advierte que muchas interpretaciones tradicionales de la Pasión han reforzado modelos de sufrimiento femenino como virtud, al presentar la entrega de Jesús como una glorificación del dolor. Desde una hermenéutica feminista, en cambio, se trata de problematizar esa glorificación y de recuperar la agencia de Jesús como sujeto consciente de su praxis liberadora, aún sabiendo que esa opción lo confrontaría con el poder establecido.

Este enfoque se conecta con las historias de mujeres que han vivido la persecución, el silenciamiento o incluso la muerte por haber defendido la vida, la justicia y la dignidad de sus comunidades. Tal como ha señalado Ada María Isasi-Díaz (2004), la Pasión de Jesús puede resonar con la pasión de los pueblos, entendida no solo como sufrimiento, sino también como un deseo ardiente de transformación y de comunión. En este sentido, el Domingo de la Pasión es también un día para recordar las múltiples pasiones de mujeres que han dado su vida por el Reino: madres buscadoras, defensoras del territorio, lideresas espirituales.

La Semana Santa ha sido históricamente una celebración centrada en la figura masculina de Jesús y su sacrificio. Sin embargo, las Teologías Feministas han reclamado una relectura del triduo pascual que haga visible el lugar de las mujeres en la historia de la salvación. María de Betania, la mujer que unge a Jesús (Mc 14,3-9), las mujeres que permanecen junto a la cruz (Jn 19,25), y las que anuncian la resurrección (Mt 28,1-10), todas ellas representan formas alternativas de discipulado y fidelidad que desafían las estructuras patriarcales del relato canónico. La teóloga feminista Elizabeth Schüssler Fiorenza (1983) propone el concepto de "memoria subversiva" para referirse a la recuperación de las voces y gestos de estas mujeres, cuya presencia fue esencial para la continuidad del movimiento de Jesús. Esta memoria no es solo una relectura del pasado, sino una invitación a vivir el presente de manera diferente: con cuerpos que acogen, con vínculos que sanan, con comunidades que luchan por la justicia.

En muchas comunidades cristianas, el Domingo de Ramos incluye procesiones con palmas, cantos y liturgias en las calles. Estos ritos, lejos de ser una simple representación simbólica, pueden convertirse en expresiones de espiritualidad encarnada: una fe que se hace cuerpo, que se manifiesta en lo público, que toma las calles para recordar que el Reino de Dios no se construye desde los palacios ni los templos, sino desde la tierra, el sudor y la esperanza. Las Teologías Feministas latinoamericanas han insistido en que la espiritualidad debe ser sensible a los cuerpos concretos y a sus contextos. En palabras de Nancy Cardoso (2012), han dado su vida por el Reino: madres buscadoras, defensoras del territorio, lideresas espirituales.

La Semana Santa ha sido históricamente una celebración centrada en la figura masculina de Jesús y su sacrificio. Sin embargo, las Teologías Feministas han reclamado una relectura del triduo pascual que haga visible el lugar de las mujeres en la historia de la salvación. María de Betania, la mujer que unge a Jesús (Mc 14,3-9), las mujeres que permanecen junto a la cruz (Jn 19,25), y las que anuncian la resurrección (Mt 28,1-10), todas ellas representan formas alternativas de discipulado y fidelidad que desafían las estructuras patriarcales del relato canónico. La teóloga feminista Elizabeth Schüssler Fiorenza (1983) propone el concepto de "memoria subversiva" para referirse a la recuperación de las voces y gestos de estas mujeres, cuya presencia fue esencial para la continuidad del movimiento de Jesús. Esta memoria no es solo una relectura del pasado, sino una invitación a vivir el presente de manera diferente: con cuerpos que acogen, con vínculos que sanan, con comunidades que luchan por la justicia.

En muchas comunidades cristianas, el Domingo de Ramos incluye procesiones con palmas, cantos y liturgias en las calles. Estos ritos, lejos de ser una simple representación simbólica, pueden convertirse en expresiones de espiritualidad encarnada: una fe que se hace cuerpo, que se manifiesta en lo público, que toma las calles para recordar que el Reino de Dios no se construye desde los palacios ni los templos, sino desde la tierra, el sudor y la esperanza. Las Teologías Feministas latinoamericanas han insistido en que la espiritualidad debe ser sensible a los cuerpos concretos y a sus contextos. En palabras de Nancy Cardoso (2012), "una espiritualidad feminista es aquella que no teme al cuerpo, que reconoce el deseo, el placer y también el sufrimiento como lugares teológicos". Celebrar el Domingo de Ramos desde esta perspectiva es proclamar que nuestras luchas cotidianas, nuestras calles, nuestras memorias, también son lugares donde Dios se hace presente.

El inicio de la Semana Santa no es solamente un recordatorio del dolor que vendrá, sino también una oportunidad para renovar el compromiso con la vida, la justicia y la memoria de las resistencias. Las Teologías Feministas no separan lo litúrgico de lo político, ni lo espiritual de lo corporal. Por ello, el Domingo de Ramos es también una invitación a preguntarnos: ¿qué cuerpos están siendo crucificados hoy? ¿Qué palmas alzamos y por quién? ¿A qué estructuras de muerte decimos "¡basta!" con nuestras voces, nuestras manos y nuestras teologías? Jesús, al entrar en Jerusalén, sabía que su propuesta de Reino trastocaba el orden religioso y político. No fue ingenuo: fue profundamente valiente. En su camino, no estuvo solo: mujeres, niñas, personas marginadas, comunidades enteras caminaron con él. Esta imagen, desde las Teologías Feministas, se convierte en una metáfora de nuestra historia colectiva: seguimos entrando en Jerusalén con esperanza, seguimos resistiendo la pasión impuesta por los poderes de muerte, seguimos creyendo en la resurrección que se gesta desde abajo.

historia colectiva: seguimos entrando en Jerusalén con esperanza, seguimos resistiendo la pasión impuesta por los poderes de muerte, seguimos creyendo en la resurrección que se gesta desde abajo.

Referencias

Althaus-Reid, M. (2000). Indecent Theology: Theological Perversions in Sex, Gender and Politics. Routledge.

Cardoso, N. (2012). Espiritualidade feminista: corpos, afetos e resistências. En C. de Oliveira (Ed.), Feminismo e religião no Brasil (pp. 101–118). Vozes.

Gebara, I. (1997). Rompiendo el silencio: una fenomenología feminista del mal. Editorial Trotta.

Isasi-Díaz, A. M. (2004). La lucha continúa: mujer, mestizaje y compromiso cristiano. Editorial Sígueme.

Schüssler Fiorenza, E. (1983). In Memory of Her: A Feminist Theological Reconstruction of Christian Origins. Crossroad.