“Cuerpos que resisten, cuerpos que revelan"

28.06.2025

Día internacional del Orgullo LGBTQI+


Cada 28 de junio, el mundo se viste de colores, cuerpos y memoria. No es solo una fecha: es una declaración viva, encarnada, colectiva. El Orgullo no es moda, ni frivolidad: es una respuesta amorosa y firme ante siglos de violencia, exclusión y silencio. Es la proclamación de que nuestros cuerpos merecen existir, amar y celebrar sin culpa ni miedo.
Desde la teología feminista, esta conmemoración es profundamente significativa. Porque toda teología que aspire a ser liberadora debe comenzar por el cuerpo. No por la abstracción, no por la norma, no por el dogma, sino por la vida encarnada. Y esa vida, tantas veces negada por discursos religiosos, se manifiesta en la diversidad de cuerpos, deseos, historias e identidades. En cuerpos que han sido marginados por no ajustarse a lo establecido. En cuerpos que aman distinto, que nombran distinto, que oran distinto. Cuerpos que, sin embargo, nunca han estado lejos de Dios.
El orgullo es memoria. Es resistencia. Es la afirmación radical de que la vergüenza ya no les pertenece. Que nuestros cuerpos —trans, queer, no binaries, lesbianas, gays, bisexuales, intersex— no son errores ni desviaciones, sino parte viva del misterio creador. Que el deseo, lejos de alejarles de lo divino, puede ser camino de comunión y de revelación.
Algunas teologías contemporáneas han comenzado a recordarnos que el cuerpo no es un obstáculo para la espiritualidad, sino su posibilidad más profunda. Que la carne, el deseo, la afectividad y la hospitalidad no son opuestos a la fe, sino caminos para conocer a Dios. Una mirada que se atreve a decir que “la experiencia corporal, sensual y afectiva no solo es parte de nuestra humanidad, sino también un modo posible de conocer a Dios” (Méndez Montoya, 2009, p. 23). Una teología que se deja afectar por lo queer, por lo diverso, por lo no normado. Que no busca corregir, sino abrirse a lo inesperado, a lo que desborda, a lo que transforma.
Desde esta perspectiva, el Orgullo es también teológico. Es una forma de nombrar el Espíritu que sopla donde quiere. De hacer visible una espiritualidad que no encaja en las estructuras tradicionales, pero que sigue viva en las redes de afecto, en los vínculos que salvan, en las búsquedas que resisten. Una espiritualidad que emerge en el cuerpo que ama, en la relación que cuida, en la comunidad que acoge.
Afirmamos, con la certeza que da el amor, que la espiritualidad no puede vivirse en contra del cuerpo, ni del deseo, ni del gozo. Que no hay Evangelio en el odio, ni salvación en la vergüenza. Que cualquier teología que margine a las disidencias de género y sexuales está lejos del Dios que se hizo carne en los márgenes. Que las iglesias que expulsan, exorcizan o silencian identidades diversas traicionan el mandamiento más básico: amar.
Hoy, con el corazón abierto y la palabra en alto, bendecimos el orgullo. Bendecimos los cuerpos que desafían la norma. Bendecimos las existencias que aman a su modo, que oran a su modo, que creen a su modo. Bendecimos la memoria de quienes hicieron posible este camino y la esperanza de quienes vendrán. Porque creemos que Dios se revela también en un cuerpo con glitter, en una identidad que no encaja, en una vida que se niega a callar.
Porque sabemos que la disidencia puede ser oración. Y que el Orgullo, cuando nace del amor y la justicia, también puede ser Evangelio.
 
 Isabel Huerta A.
Cátedra de Teología Feminista.


Referencia
Méndez Montoya, Á. F. (2009). Eucaristía y cuerpo: Sentido, deseo y alimento. Herder.