8 de marzo 2021

08.03.2021

Por: Karen Castillo 

Nombres, rostros, imágenes, palabras, consignas, símbolos, pancartas, denuncias, cantos, escritos, ... una lista inmensa de diferentes expresiones puestas en voces, manos, cuerpos de MILLONES de mujeres. Pero también son muchas y muy diversas las formas en que las mujeres vivimos y enfrentamos día a día la desigualdad. Parece que cada vez es más difícil, hemos visto que hay mucha resistencia a escucharnos y a transformar las estructuras sociales, políticas, religiosas, económicas, para favorecer la igualdad, la seguridad, la dignidad, los derechos de todas las mujeres.

Por eso no es un 8 de marzo cuando expresamos nuestra inconformidad, no es una vez al año que nos decimos que estamos juntas; caminamos cada día y trabajamos cada día para que la realidad cambie. Ya no solo pedimos, sino gritamos y exigimos respuestas porque la indiferencia e incapacidad para escucharnos, nos dice que tenemos que ser más, que tenemos que hablar más fuerte, que necesitamos hoy, 8 de marzo, unir nuestras voces y expresiones, aquellas que desde todos los rincones del planeta pintan de morado las redes; expresiones tan simbólicas como escribir los nombres en los muros que nos ignoran y nos quieren dejar fuera de las políticas públicas; como renombrar las calles haciendo homenaje a tantas mujeres valientes; como caminar en los zapatos de otra mujer y saber que donde una camina, caminamos todas. Sí es un 8 de marzo cuando juntas podemos salir a las calles y ser reflejo de lo que el resto del año estamos trabajando por la igualdad.

Y como mujeres creyentes también un 8 de marzo es momento de reconocer todo lo que se está impulsando desde las redes de mujeres, desde la teología, desde la participación y ministerios de las mujeres que representan otras formas de ser Iglesia. Reconocer que aún con muchos retos y desafíos a la participación dentro de la Iglesia institucional, las mujeres sostienen desde las bases, desde el cuidado, desde una mirada con ternura que ha significado visibilización e inclusión de diferentes grupos que viven en las periferias existenciales. La voz y el trabajo de las mujeres en la Iglesia y en la teología son la Betania de muchas y muchos que necesitan hospitalidad, abrazo y cobijo.

Por eso 8 de marzo es un día para mirar la realidad y comprometernos con ella, un día para identificar nuevos retos, un día para sabernos Iglesia, para tener esperanza; la que nace de nuestras luchas, la que incluye nuestras voces y sobre la que es capaz de reconocer todo nuestro trabajo. En la Cátedra de Teología Feminista buscamos que esas formas nos ayuden a recuperar el talante inclusivo de las mujeres que quedó plasmado en los orígenes del cristianismo.